lunes, 28 de octubre de 2013

Las reglas del juego (dos)


Se puede aprender a hacer cualquier cosa en esta vida a base de encontrar un método adecuado. Hasta para hacer poemas basta con aplicar rigurosamente el siguiente método y salen de corrido (después se incluirá un poema hecho con él para que se vea lo fácil que es y lo bonito que queda el poema).

Consta de una introducción y siete breves reglas:

Introducción. Para hacer un poema no es necesario esperar a que llegue ninguna inspiración especial, ni hace falta estar en ayunas, ni ninguna de esas condiciones que hacen falta siempre para las demás cosas. Basta aplicar las siete reglas siguientes.

Primera. Se cogen unas cuantas palabras, en sí mismo poéticas, y se van distribuyendo poco a poco entre las diferentes estrofas. Por ejemplo, susurro, desvelo, tintineo, alborada, crespones, aleteo, nenúfar, alondra, etc.

Segunda. Se cogen unas cuantas palabras más bien vulgares a las que se poetiza dándoles una terminación adecuada: pajarillo, arroyuelo, blanquecino, etc.

Tercera. Se forman unas cuantas parejas de diferentes colores, de modo que se contradigan lo más posible los colores de cada pareja: negro verdor, blanco escarlata, azul blanquecino, etc.

Cuarta. A unos cuantos verbos se les cambia de ocupación habitual, sin que se den cuenta. Por ejemplo: se cierran las sombras –en lugar de las puertas o ventanas-, se masca el silencio –en lugar de un buen filete-, se le clava un rejón al firmamento –en lugar de a un toro de trapío-, se borda un aciago destino –en lugar de un sufrido mantel-, etc.

Quinta. Se distribuyen también entre las estrofas unas cuantas palabras, de esas que a veces emplea la gente sin saber lo que quieren decir: enhiesto, hirsuto, inerme, inane, incólume, baldío, etc.

Sexta. Puede ir bastante bien, para lograr mayor fuerza poética, aprovechar algún pedacito de una poesía clásica conocida; así, a Rubén Darío, se le puede coger eso de los “claros clarines”.

Séptima. Si se encuentra a mano, algún estribillo, aunque sea cortito, para repetir entre cada dos estrofas, mejor que mejor.

Con este método, aplicado al pie de la letra, se puede conseguir un poema tan completo como el que sigue, titulado "Tu senda":


TU SENDA

¡Qué hirsutos y enhiestos se yerguen!
-amargo espejuelo-
grises en la noche,
cerrando sus sombras sobre el arroyuelo.
Tu senda...

Ayes y lamentos
Suaves tintineos mecidos al viento
cabalgan con furia, inermes e inanes
y allá en la alborada
clavan su rejón en el firmamento.
Tu senda...

La luna se mira en tu brisa.
Sabe que en la noche, donde las estrellas,
cuando el canto duerme, suave y placentero,
se masca un silencio de angustias
que sólo se quiebra junto al limonero.
Tu senda...

La alondra se viste de blanco escarlata.
Sus trinos golpean cual claros clarines,
y como un susurro de negro verdor
levanta su vuelo en la noche,
dejando con llanto y en flor
un negro y baldío desvelo.
Tu senda...

Junto al aleteo de los pajarillos
se escucha el mugido de una vaca en pena
que borda su aciago destino,
-torre de marfil, grácil tintineo-
nenúfar de plata de azul blanquecino.
Tu senda...

Y allá entre las sombras
mascando un silencio,
al aire sus negros crespones,
baja por tu senda...
... ¡mi menda!

(Extraído de Nueva introducción a la teoría de la literatura, de Miguel Ángel Garrido y otros)

sábado, 26 de octubre de 2013

Dos poemas


1
Alberga en el abrigo
de tus manos
la luz que te entrego,
apenas mayor
que un pequeño medallón.
No soy digna
de tener el hálito
de una llama iluminándome,
pues no tengo en el pecho
sueños que inflamar
ni esperanzas que quemar.

2
Yo soy
la que te observa coser,
sin albergar divinidad alguna
en la mirada,
sin esconder
profundos talentos,
sin aprender, sin juzgar.
Aquí, a la espera de nada,
simplemente siendo,
sedente y ausente,
sin creer ya
ni en vientos que me muevan
ni destinos inciertos.

                                     Fátima N. S.

martes, 22 de octubre de 2013

Las reglas del juego. OXÍMORON


OXÍMORON. El estudio de su etimología demuestra que se trata de una palabra compuesta de dos términos griegos, cuyos significados aproximados son “agudo” y “tonto“, tan aproximados y opuestos como un oxímoron en sí mismo.



miércoles, 16 de octubre de 2013

Friedrich Nietzsche

SÓLO LOCO, SÓLO POETA

Con el desvanecerse de la luz,
cuando ya el consuelo del rocío
se filtra en la tierra,
invisible, inaudible
—pues delicado calzado lleva
el consolador rocío, como todo dulce consuelo—
entonces recuerdas, tú recuerdas, ardiente corazón
cuán sediento estuviste
de lágrimas celestes y gotas de rocío,
abrasado, cansado, sediento,
mientras en sendas de amarilla greda
miradas malignas del sol crepuscular
a través de la negra arboladura en torno a ti corrían,
deslumbrantes, maliciosas, abrasadoras miradas del sol.

«¿Tú... el pretendiente de la verdad?» —así se burlaban—.
«¡No! ¡Sólo un poeta!
un animal astuto, saqueador, rastrero,
que ha de mentir,
que premeditadamente, intencionadamente
ha de mentir,
multicolor enmascarado,
máscara para sí mismo,
presa de sí mismo,
¿es eso el pretendiente de la verdad?...
¡Sólo loco! ¡Sólo poeta!
Solamente un multicolor hablar,
hablar polícromo de enmascarado bufón,
que trepa por mendaces puentes de palabras,
sobre un arcoiris de mentiras
entre falsos cielos
deslizándose y divagando.
¡Sólo loco! ¡Sólo poeta!...

¿Es eso el pretendiente de la verdad?...

No inmóvil, rígido, liso, frío,
trocado en estatua,
pilar de dios;
no erigido ante templos,
atalaya de dios;
¡no! Hostil eres a tales ejemplos de virtud,
más recogido te hallas en el desierto que en los templos,
audaz como los gatos
saltas por todas las ventanas
¡husch! y en toda oportunidad,
husmeas toda selva virgen,
tú que por selvas vírgenes
entre fieras de polícromos pelajes
pecadoramente sano y bello y multicolor corrías,
con lascivos belfos,
feliz con el escarnio, feliz en el infierno, feliz y sanguinario
furtivo, ladrón, mentiroso corrías...

O semejante al águila
que fija su mirada largamente en sus abismos...
—¡oh, girar como ella hacia abajo,
hacia el fondo, hacia adentro,
hacia profundidades más profundas cada vez!—
Entonces,
súbitamente,
en vuelo vertical,
trazo precipitado,
caer sobre corderos,
hacia abajo, voraz,
ávido de corderos,
odiando toda alma de cordero,
odiando furiosamente todo lo que parezca
virtuoso, borreguil, de lana rizada,
necio, con leche de oveja satisfecho...

Así,
aguileños, leopardinos,
son los anhelos del poeta,
son tus anhelos entre miles de máscaras,
¡tú, loco!, ¡tú, poeta!...

Tú que consideras al hombre
tanto dios como oveja—,
desgarrar al dios en el hombre
como a la oveja en el hombre
y desgarrando reír—

¡ésa, ésa es tu felicidad! ente en los abismos,
¡felicidad de leopardo y águila,
felicidad de loco y de poeta!»...

Con el desvanecerse de la luz,
mientras la hoz de la luna
se desliza verde y envidiosa
entre rojos purpúreos,
—hostil al día,
segando a cada paso
las guirnaldas de rosas
con sigilo, hasta que se hunden,
pálidas, en el seno nocturno:
así caí yo mismo alguna vez
desde mi desvarío de verdad,
desde mis días afanosos,
del día cansado, enfermo de luz,
—caí hacia abajo, hacia la noche, hacia las sombras,
abrasado y sediento
de una verdad.
—¿Recuerdas aún, recuerdas tú, ardiente corazón
cuan sediento estuviste?—
¡sea yo desterrado
de toda verdad!
¡Sólo loco! ¡Sólo poeta!...

                                           
(Friedrich Nietzsche, nacido el 15 de octubre de 1844 Röcken, Alemania. Poema compuesto en 1884 y aparecido en Así habló Zaratustra IV)